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Is it true that One always comes back to the places where was once happy?
Where to?
To those corners chosen by the destiny where we were “very happy”, very happy like that, quote on quote, because maybe at that moment we felt that euphoria, life beating…
It happened to me, and still does. Since I discovered this beach, I come once a year (And if there is a pandemic 2). Of all my travels and so many places, here I feel like I get home the moment my feet step on the sand. Here, I can be barefoot -my passion- go against my dad who could never win the battle to get me into shoes.
It’s not only its landscapes, the mountains that decorate the sea and the rivers that embrace it. When this beach and I met, I was heartbroken. She welcomed me with a smile, no questions asked. Strong waves that came and went between blues and grays depending on the day – just like life itself. It is my happy place where I return to because in it I healed.
And although every time I come the experience changes and it is no longer the serene and secret little beach, it is still beautiful. Now I know several locals, and it is the reunions that compete with the sea and the mountains. It’s the people who open their home to me, who share a cup of coffee and tell me about their lives to keep traveling without moving while I enjoy the sun. They are without a doubt the ones that will continue to anchor my happiness to this place or wherever I will meet them again. They will be an image frozen in time to relive in the moments when I need a dose of beautiful memories to continue…keep learning to live.
|ESP|
Si será cierto, que uno regresa a dónde fue feliz?
Regresar a dónde?
A esos rincones escogidos por el destino en donde fuimos “muy felices”, muy felices así, entre comillas, porque tal vez en ese momento sentimos euforia, latir la vida…A mí me pasó, me pasa. Desde que conocí esta playa, vengo una vez al año (Y si hay pandemia 2). De todos mis viajes y tantos lugares, aquí siento que llego a casa en el momento que mis pies pisan la arena. Aquí puedo andar descalza – mi pasión – llevarle la contraria a mi papá que nunca pudo ganar esa batalla de calzarme.
No son solo sus paisajes, las montañas que decoran el mar y los ríos que lo abrazan. Cuando esta playa y yo nos conocimos, yo tenía el corazón roto. Me recibió sin preguntas, con una sonrisa de olas fuertes que iban y venían entre azules y grises según el día – así como la vida misma. Es mi lugar feliz al que regreso porque en él sané.
Y aunque cada vez que vengo la experiencia cambia porque ya no es la playita serena y secreta, no deja de ser bonita. Ahora conozco varios locales, y son los reencuentros los que compiten con el mar y las montañas.
Son las personas que me abren su casa, que comparten la hora del café y me cuentan sus vidas para seguir viajando sin moverme mientras disfruto del sol.
Son ellas sin duda las que seguirán anclando mi felicidad a este lugar o donde me los vuelva a encontrar. Serán una imagen congelada en el tiempo para revivir en los instantes en que necesite una dosis de recuerdos hermosos para poder continuar…seguir aprendiendo a vivir.